Invisible [Libre]

Ashley frunció los labios en una fina línea.

La clase había terminado hacía tiempo, pero ella no se había levantado con la multitud de rostros anónimos y risas huecas cuando estas habían empezado a planear sobre su cabeza de camino a la salida de la clase. No había alzado los ojos de su hoja de apuntes, no había dejado de apoyar la frente sobre la base de la palma de la mano. No había dejado de garabatear formas abstractas y angulosas en la esquina del papel, cada vez más fuerte, cada vez hundiendo más la punta en la superficie del mismo.

Si seguía así iba a agujerearlo.

Aunque a fin de cuentas, qué más daba.

(Papá nunca había pensado en ella. Desde el principio había sido un objeto. Ashley, bebéte esto, tómate lo otro, no molestes, nunca molestes. Sé invisible. Sé invisible. Pero asegúrate de estar lo suficientemente cerca como para que pueda utilizarte cuando se me antoje.)

Ras. Una línea recta cruzando en diagonal la esquina del papel, bordeada de tinta negra. En efecto, lo había agujereado.

(Y Ashley se bebía esto y se tomaba lo otro, y Ashley era invisible. Y Ashley no preguntaba porque no estaba bien preguntar, y no protestaba cuando las pastillas de papá hacían que la cabeza le diera vueltas y una sensación agónica le hacía jadear. Porque papá nunca había pensado en ella, pero ella tampoco en ella misma)

Era un merecido castigo, a fin de cuentas.

Ashley pestañeó.

Alzó el rostro y miró a la persona que tenía delante, quien acababa de chasquear los dedos frente a ella. Un chico más o menos de su edad, de cabello castaño y expresión contrariada en el rostro. Ashley frunció el ceño. No lo conocía. No podía ser de su clase.

Fue entonces cuando miró a su alrededor y cayó en cuanta que sus compañeros ya habían desaparecido por completo y unas nuevas caras, completamente desconocidas, eran las que estaban en lugar de ellos. Sin poderlo evitar, agachó la cabeza y se ruborizó. Si de por sí ya le costaba estar rodeada de gente que más o menos conocía, estar rodeada de gente que no la conocían en absoluto era peor. Mucho peor.

Se levantó torpemente y empezó a recoger sus cosas murmurando por lo bajo un "Sí, claro. Lo siento". En cuanto hubo terminado se cargó la mochila al hombro y se dio la vuelta mantieniendo los ojos prudentemente fijos en el suelo frente a ella. Uno, dos, tres pasos y trastabilló, teniendo que apoyarse en una mesa que tenía al lado para no caer. La chica que se sentaba en ella, una rubia exageradamente maquillada, se rió con una burlona risita.

Ashley inspiró aire para serenarse.

(Invisible. Invisible. Ojalá fuera invisible)

Ashley dio un respigo en cuanto notó el tacto en su codo, aunque procuró que no se notara. Miró al chico por encima del hombro con una expresión incómoda que no quería que asomara, y aún y así lo hizo. A veces era terriblemente evidente.

―Es tuyo, ¿verdad?

La chica abajó la mirada para ver el estuche que él le mostraba, reconociéndolo. Suyo, claro. Asintió sin palabras y sin mirarle a los ojos.

―Gracias ―murmuró, tomándolo para descargar de nuevo la mochila y dejarla unos instantes en suelo para poder abrirla y meter dentro el escuche con mayor comodidad. Fue en ese momento en que oyó decir aquello al chico y se quedó quieta, levemente asombrada. Alzó el rostro y miró al chico impresionada, y luego a la chica esperando el estallido de ira que seguro llegaría. Ella más que nadie sabía que no era bueno provocar a ese tipo de gente.

Sin embargo, el tiempo pasó y no sucedió nada. Ashley ladeó la cabeza, pensativa. Cálculo fallido, no pudo evitar pensar. Si de algo estaba segura, era de que odiaba el ser humano por el simple hecho de que le resultaba completamente imprevisible. Pero en fin. Cerró la mochila de golpe y se la echó al hombro, volviendo a incorporarse y rezando mentalmente para no tropezar con el aire y volver a vérselas con el suelo. Sería realmente embarazoso.

Entonces su mirada se detuvo sin darse cuenta en la pizarra del aula, donde dos alumnos estaban hablando y uno de ellos escribía con la tiza sobre la superficie verde oscura lo que parecía un problema de contabilidad. Ashley se puso de puntillas para poder verlo con más detalle por encima del hombro del chico, puesto que era considerablemente más alto que ella y le tapaba la mayor parte de la visibilidad. Pero aún y así, no le cabió duda; era contabilidad. Y hasta donde sabía, sólo una carrera en ese sitio tenía esa asignatura.

―¿Dirección de empresas? ―murmuró para sí. Dirigió los ojos intrigados al chico―. ¿Estudias dirección de empresas?

No supo por qué la sorpredió tanto aquel simple hecho, pero lo hizo. Quizás porque su concepto de estudiante de empresa era el de un niño rico de papá con una mirada engreída al mundo, un pitillo entre los labios y una chaqueta de marca reluciendo en sus hombros. Sin embargo, el chico que tenía delante parecía tan... despreocupado.

Ashley agachó la cabeza. Otro cálculo fallido. A esas alturas nada de lo que saliera de esa cabecita suya terminaría por ser fiable.