De nuevo, lo siento [Hailey G. Baldwin]

Estaba en los pasillos de la universidad, bromeando con los chicos de deporte y jugábamos con un balón de fútbol americano. Era inofensivo, bueno, todo es inofensivo hasta que sucede algo malo. Le di un pase a uno de los muchachos y comenzamos a correr sin meta alguna, simplemente pasando el balón y recibiendo protestas de gente que estaba allí. En eso, llegamos a las escaleras, y bajé varios escalones, para recibirlo. El problema fue que al atraparlo, bajé precipitadamente dos escalones más y choqué con alguien. Esbocé una sonrisa, sin saber bien porque, tal vez ya tenía pensado que decirle al pobre idiota que se había metido en mi camino. Me di vuelta y al principio solo vi su cabello.

Mi sonrisa se desvaneció enseguida cuando supe que era Hailey. Bajé los escalones restantes, y la ayudé a levantarse.
-Lo siento sí, era blando con ella, pero no podía evitarlo
Recogí sus cosas. Se las estaba dando, pero en cuanto vi su rodilla lastimada cambié de opinión.
-Creo que será mejor que vayamos a la enfermería no dejé que contestara
Le rodee la cintura con un brazo, y la guié hasta el lugar.

Ni bien llegamos, busqué con la mirada a una enfermera. Nadie. Se la curaría yo mismo, después de todo lastimados como eso me los curaba desde los catorce años.
-Lo siento volví a disculparme antes de proseguir

Teníamos un pequeño descanso, unos diez minutos para hacer lo que quisiéramos. Decidí ir a pasear un poco, para terminar de acostumbrarme al rol de más pequeña en el lugar -hasta donde yo sabía, nadie más tenía 17-. Bajaba las escaleras, con libros en la mano y como siempre la cámara. A cada minuto podía asomarse una gran foto. Me faltaban no sé, unos cinco escalones, cuando algo me choca y recorro en pocos segundos el trecho que me separaba del suelo. El golpe más notable, fue el de la rodilla: toda raspada y eventualmente sangrando.

El chico me ayudó a levantarme, y lo único que hice fue pasarme las manos por la solera, sacando la tierra y otras cosas que se habían adherido a ella durante la caída.

-Sí, no te preocupes <dije algo enfadada. Levanté la vista y vi a James>

Recogió mis cosas sin que le dijera nada. No alcancé a contestar al tema de la enfermería. A decir verdad no sentía que fuese necesario. Podría arreglarmelas sola. Sin embargo me sujetó por la cintura y me enseñó el para mi desconocido camino a la enfermería.

En cuanto llegamos me senté en una camilla, mientras el buscaba a alguien con la mirada. Se disculpó de nuevo, a lo que respondí con otro "no te preocupes".

Me pareció que estaba molesta en cuanto le pedí disculpas. No la culpaba. Si a mi me hubiesen chocado por la espalda, habría golpeado al responsable.

Ella se sentó en una camilla, y mientras buscaba gasas y esas cosas, la miraba de reojo. ¿Porque era tan atento con Hailey? Esa era la pregunta del millón. Terminé de preparar lo que necesitaba y caminé hasta su lado. Me arrodillé en el suelo, y sujeté su pantorrilla con una mano.

-Puede arder un poco bastante comenté

Esperé alguna aprobación de su parte, quizá prefería que la viera una enfermera.

Sentada donde estaban, me faltaban unos cinco centímetros para tocar el suelo con la punta de los pies, por lo que balanceaba las piernas como si fuese una niña. Era divertido, demasiado debería decir. Esbocé una sonrisa al imaginar como me verían los demás, allí sentada y moviendo las piernas. Apoyé las palmas de mis manos en el borde del colchón, y en ellas el peso de mi cuerpo.

Se volvió hacia mi, y al sujetar mi pantorrilla con una mano, pude sentir un pequeño cosquilleo. Sería justo decir que sí, que el chico me atraía y bastante. Ya estaba imaginando lo que sería aguantar la limpieza de la herida, pero que más da, mientras antes empezara, antes terminaría.

Asentí con la cabeza. Si había buscado todos los materiales que allí tenía, era porque sabía lo que estaba haciendo. O tenía una idea muy aproximada por lo menos. Cerré levemente los ojos, esperando el primer indicio de que ya estaba curando el raspón, o sea, una señal de ardor.

Buscaba algo de algodón, cuando noté que algo se balanceaba donde estaba Hailey sentada. Mirando de reojo, supe que eran sus piernas. Mis labios formaron una débil sonrisa, apenas una curvatura. Era divertida, y sentía un inmenso deseo de protegerla de todo. Me parecía que ella era como una hermana pequeña, a la que me habían encargado cuidar. Solo que nadie me pidió que la cuidara, y que no era tan pequeña.

Al asentir con su cabeza, hundí un poco de algodón en agua. Primero tendría que limpiar superficialmente la herida y sus alrededores. Pasé el algodón varias veces, hasta que quité todo rastro de sangre. Le miré el rostro. Tenía los ojos cerrados. Sonreí de lado y pasé varias veces más el algodón con agua.

Esperaba impaciente al ardor. Si, ya sabía lo que iba a hacer: apenas lo sintiera pegaría un salto. Sin embargo, la primera sensación que tuve fue la de algo frío, que refrescaba mi rodilla. Abrí un ojo.

-Eso no arde <dije divertida>

Fue lo único que se me ocurrió decir. Terminé de abrir ambos ojos, y observé la labor de James. Se veía tan... dulce haciendo eso. Tenía fama de romper los corazones de la gente, pero yo no lo veía así. Ahora sí. De pronto sentí el ardor. Como había pensado, pegué un salto mientras cerraba los ojos y sonreía.

-Ya. No esperaba eso <comenté>

El ardor se expandió, podía sentirlo entrando en mi cuerpo. El alcohol, el antiséptico y todo eso. Penetraban cada fibra como si fuesen agua disolviendo sal. Sacudí levemente la pierna, intentado deternelo. Para distraerme, abrí los párpados, y comencé a recogerme el cabello. Un rodete desprolijo, sin elaboración muy pensada.

Pensaba en la inmortalidad del cangrejo, como quien dice, cuando Hailey volvió a hablar. Ahora no ardía, pero pronto sí lo haría. Dejé de lado el agua y comencé con el alcohol y los antisépticos. Solté una risita burlona tras su último comentario. Sacudió la pierna e imaginé que quería apaciguar ese ardor. Terminé de limpiar la herida, relativamente rápido, y le puse una venda. Me senté en el suelo y la miré. Se había recogido el cabello.

-Ya terminé dije

Podría llevarla a tomar un café o algo. Miles de actividades diferentes se me venían a la mente. Pero había un pequeño problema: teníamos clases en pocos minutos. Que va, ¿a quién le importan las clases hoy en día? Le insinuaría que faltara a clases ella también, aunque luego me sintiera culpable. Serían unos minutos no más, después disfrutaría del momento.

Intentaba recordar la letra de una canción, mientras él hacía lo suyo con la herida. Me sorprendí tarareando la melodía cuando me dijo que había finalizado. Miré hacia abajo y lo vi sentado, desvié la mirada hasta mi rodilla, que ahora estaba vendada.

-Gracias <dije sonriendo>

Aún no me acostumbraba a valerme por mi misma, por lo que el hecho de que alguien me ayudara era merecedor de agradecimiento. Bajé de la camilla, y logré mantener el equilibrio, apoyándome en ella con una mano. Parecía ser que mi rodilla se doblaba sola, sin querer estirarse. Más bien, era una reacción humana típica ante las heridas. Lo hacíamos de modo inconsciente, buscar la forma en la que sentíamos menos dolor. Aunque en mi caso particular, cualquiera pensaría que me gustaba el hecho de que me rompieran el corazón una y otra vez. Me parecía débil el corazón humano, ya que bastaban pocas palabras para hacer que se derrumbara, y arrastrara a todo un mundo consigo.