Notas de curiosidad y secretos bien guardados [Livia B. Giuggioli]

-Papá ahora tengo que ir a clase, y para de llamarme tan seguidamente, no estoy para perder el tiempo – sus palabras sonaban secas. No parecía querer charlar para nada con su padre, el cual daba sus clases en la Universidad que estaba a dos manzanas más debajo de esta. Joe, había pensado en que podían ir a cenar los tres esa noche a algún restaurante de por ahí. Pero Livia no tenía ganas de eso. No quería ver a su hermana, pues seguramente acabarían mal, como siempre. Y en fin, que no quería pasar la noche en familia. Además, había vuelto a quedar con los amigos para ir a tomar algo esa misma noche. – Además, ya tengo planes para esta noche – dijo mientras daba vueltas por el cuarto, con los brazos cruzados sobre su estomago. O más bien con uno de los brazos, ya que si no, no podría hablar por teléfono. Joe no dijo nada al respecto, pero últimamente le molestaba la actitud de su hija mayor. Pero acabó accediendo, y se despidió con un te quiero, como siempre. – Yo también, papá – suspiró y le dio a la tecla de colgar, antes de guardar el móvil en la mochila, donde ya estaban los libros que necesitaba para ese día, y todo lo demás. Se miró en el espejo pequeño que tenía colgado en la pared, junto a su cama, y después salió como un vendaval de la habitación, cerrándola con la llave como siempre, y con la mochila y la carpeta de la Universidad pegada al pecho. “Vaya día más aburrido” pensó para sí misma mientras caminaba por los pasillos, con el cabello ondeando hacía atrás a cada paso que daba. Al ser liso y largo, le quedaba hasta bien y todo, e incluso algunos le echaban alguna que otra miradita. O más bien le repasaban las piernas, ya que las tenía al descubierto. Pues llevaba un vestido simple, que hacía bolsa en la parte bajera, de color morado azulado, y unas manoletinas negras, de esas de mercadillo, pero bastante resistentes.

Llegó a la puerta del aula de música. Tenía las partituras que iba a tocar hoy en clase, cuando el profesor dijera de practicar un poco. Se había propuesta practicar por su cuenta esta vez, y por eso el salir corriendo del cuarto, para poder coger el aula y que nadie más la molestara. Pero se encontró con que ya estaba ocupada. Hizo una mueca, mientras entraba, sin mediar palabra. Dejando la mochila y la carpeta encima de una de las mesas más cercanas a la puerta. Le dio la espalda a la chica rubia que estaba tocando el violín, y sacó las partituras que había pensado practicar. Giró sobre sus talones antes de quedarse en el sitio y dirigir una mirada algo fría a la chica. – Bonito Violín – dijo al fin. Curvando poco después sus labios en una media sonrisa la cual no decía nada.

Livia no sabía muy bien como reaccionar ante esa situación. Por una parte tenía ganas de decirle cuatro cosas a aquella rubia, pero por el simple hecho de que le había jodido los planes. Pero por otra parte le apetecía quedarse y escucharla tocar un rato más, incluso, si a ella le apetecía, pues hacer un dueto las dos juntas. Cuando le preguntó aquello, Liv alzó una ceja lentamente. Estaba claro que aquella chica no quería ningún enfrentamiento ni nada por el estilo. Es más, era bastante educada, mucho más que ella misma. - Um... había pensado en practicar un poco por mi cuenta - confesó sin sonreír apenas. Comenzó a caminar hacía adelante, acercandose a la chica, pero a los pocos pasos, se desvió hacía el piano de cola, de color negro, que estaba allí plantado. Sentandose en el taburete de terciopelo negro, también.

- Pero un dueto no le hace mal a nadie, ¿no? - esta vez. Esbozó una sonrisa agradable. Por alguna razón, aquella rubia de porcelana , le inspiraba confianza. Aún así no iba a fiarse de buenas a primeras, tan solo porque aquella muchacha era agradable. - ¿Algo en concreto? - preguntó mientras se acomodaba en el taburete, y ponia cuidadosamente las manos sobre las teclas negras y blancas, relucientes. Como todo lo de allí.

Espero pacientemente la respuesta, aunque no mantuvo la mirada fija en ella, sino que giró su rostro hacía los ventanales del aula, mirando por ellos. Sonrió al ver el bonito día que hacía. Hoy cuando fueran a cenar por ahí, no iban a tener que preocuparse de si llevar el paraguas o no. Cuando la chica habló de nuevo, Livia giró rápidamente la cabeza para mirarla de nuevo. Clavando sus ojos verdes en los azules de ella. Ignorando su primer comentario. Era obvio que habían tenido la misma idea. Pero no quería ser maleducada ante aquella chica. Simplemente porque quería que ella viera que también sabía como comportarse. - ¡Vaya! Adoro esa canción - exclamó Livia, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro de niña. Era una de las pocas que conocía que le gustaba aquél tipo de música. Aunque también sería porque con la gente que ella se juntaba, no pasaba del pop comercial y poco más. Exitos discotequeros, y esas cosas que escuchaban hoy en día los adolescentes y jovenes.

Se rascó la nariz con los dedos y después de echó el cabello hacía atrás sin dejar de sonreír. - Pues que no se diga más, vamos a tocar - dijo preparandose para ello, pero paró cuando la chica se presentó. - Un placer Zén - Livia ya la había bautizado a su manera. Ese nombre era demasiado largo para recordarlo. Se encontraba animada ahora que sabía que aquella chica no tenía tan mal gusto en lo que se refería a la música. - Yo soy Livia, pero puedes llamarme Liv, si te es más cómodo - le dijo guiñandole un ojo y volviendo al tema del piano. - ¿Comenzamos? - se moría de ganas por tocar.